En 1996 Richard Susskind publica su libro “The Future of Law” donde afirmaba que las tecnologías de la información transformarían la profesión legal. Según Susskind, el movimiento se produciría desde el «backroom» (o backoffice), pasando “a los escritorios de los abogados” para finalmente llegar «a los escritorios de los clientes». De esa forma, la tecnología revolucionaría la forma de prestar servicios legales, haciendo más accesible la ley a los legos y transformado a los abogados en ingenieros y proveedores de información en lugar de asesores.

En “The End of Lawyers? Rethinking the Nature of Legal Services” (2008), Susskind sostenía que los abogados convencionales perderían posición en la sociedad y, en algunos ámbitos de la vida no tendrían visibilidad alguna. Dos fuerzas impulsarían este desplazamiento de los abogados: la comoditización de los servicios legales y el desarrollo y adopción de las tecnologías de la información. Los cambios en la profesión exigirían, según Susskind, cambios en la estructura de las firmas legales. La tradicional pirámide tendría cada vez menos sentido a medida que el trabajo de los jóvenes abogados asociados fuera siendo reemplazado por la tecnología.

Eran años donde se escuchaba a Richard Susskind hablar de su diagrama de cinco modelos de prestación de servicios legales, en una progresión de izquierda a derecha, pasando por el “Beskope” (hecho a medida), el servicio estandarizado, sistematizado, paquetizado, para finalmente llegar al servicio comoditizado donde se elimina la diferenciación entre firmas y la tarifa tiende a cero.

Luego, en 2013 publica “Tomorrow Lawyers: An Introduction To Your Future”, donde vuelve a algunas de sus ideas de The End of Lawyers, sosteniendo que la profesión legal se enfrenta a un escenario que dará lugar a cambios en la naturaleza y el modo de trabajo legal.

Por último, en su intervención de noviembre pasado en la edición 2020 del Legal Management Forum (ON by Legal Management Forum), Susskind insistió en que “estamos asistiendo a tal cambio en el mercado jurídico que la mayoría de los abogados va a tener que replantearse cómo trabaja, tanto si les gusta como si no”. Y a la hora de explicar ese cambio del que viene hablando desde hace más de 20 años, Susskind sigue recurriendo a sus tres factores catalizadores del mismo: su famoso “more for less”, según el cual los clientes presionan las tarifas a la baja; la liberalización del mercado de servicios jurídicos y la llegada de nuevos proveedores alternativos; y la tecnología. Aunque ahora agrega un cuarto factor: la COVID-19, que habría acelerado los cambios en la profesión legal.

Y volvió a afirmar, una vez más, que estos factores “generará mayores cambios en el universo jurídico durante la próxima década que los que hemos visto en el siglo pasado”.

Sería irresponsable no reconocer el trabajo de Richard Susskind por colocar en la agenda una serie de ideas novedosas, inteligentes y provocativas, que han obligado a cientos de analistas y actores de la industria legal a citarlo una y otra vez cuando se habla del futuro de la profesión. En efecto, no es exagerado afirmar que Richard Susskind es el principal analista de la industria legal en los último 20 o 25 años.

Con todo, me parece que su predicción respecto a que la industria legal y el mundo jurídico ya no será igual en la próxima “década”, merece una mayor atención y análisis.

Una forma de contrastar las ideas de Richard Susskind es revisar la evolución de la industria legal española. Cuando Susskind publicaba The Future of Law en 1996, se comenzaba a vivir una de las mejores épocas para los abogados españoles. De la mano de las privatizaciones, los despachos comenzaron a vivir tiempos de bonanzas y 1998 se recuerda como el mejor año de toda la década con un crecimiento del 38% en su facturación. Eran los años donde Garrigues se fusionaba con Andersen y pasaba a ser el principal despacho español, lugar que ocupa hasta el día de hoy. Mientras en 1987 Garrigues tenía 47 abogados, diez años después llegaba a los 484, y en 20 años ya eran casi 2.000. Hoy, con casi 1.800 abogados, Garrigues es el primer despacho por ingresos de Europa Continental, según el ranking Euro 100 (The Lawyer).

Durante los últimos 20 años el sector legal español ha experimentado una verdadera revolución, pero dista mucho de las predicciones de Susskind. Muchas de las firmas que lideraban el sector hace 20 años han desaparecido, ya sea porque se fusionaron, comenzaron a operar bajo otras marcas, o simplemente desaparecieron. Pero nada de eso es una novedad en la historia de la profesión legal y no hemos visto cambios en la forma en la que los abogados prestan sus servicios.

En 2011, en una entrevista para Thomson Reuters, Richard Susskind afirmaba que la profesión legal se transformarían de forma radical en los próximos 5 a 10 años, y que el 2020 los abogados ejercerían el Derecho de una forma muy diferente a como lo hacían el 2011. El trabajo legal sería “irreconocible” el 2020 para Susskind.

Garrigues, que pasó de facturar 55,9 millones de euros en 1996 a 381,4 millones de euros el 2019, está lejos de ser un proveedor distinto a como era en 1996. En 1998, los 30 mayores despachos de España facturaban cerca de 400 millones de euros. Dos décadas después, sólo los ingresos de Garrigues, Cuatrecasas y Uría ya suman prácticamente el doble.

Hoy, el mercado es más competitivo; de eso no hay dudas. Ahora, el top 20 está más repartido y los despachos internacionales, al igual que las Big Four, han ganado mucho peso. Y no hay que ser Gary Becker para saber que un mercado más atomizado y más competitivo lleva los precios a la baja. No es el “more for less”, es la mayor competencia lo que ha impulsado los cambios en la industria legal, obligando a los despachos a ser más eficientes y diferenciarse con sus competidores para captar y retener a sus clientes.

Los años pasan, llegamos al 2021, y los abogados siguen siendo abogados. Los despachos siguen manteniendo el modelo de negocio que comenzó a desarrollarse a fines del siglo XIX, la estructura piramidal no ha desaparecido y la tecnología no ha invadido la industria legal, transformándola de manera que haga irreconocible el servicio legal.

Quizá seguiremos escuchando hablar a Richard Susskind de los “próximos diez años”, pero la profesión legal no cambiará de manera radical como lo ha venido sosteniendo desde hace ya más de 20 años. Una cosa son los deseos, otra la realidad.

Basta mirar hacia atrás para darnos cuenta que los abogados han enfrentado verdaderas revoluciones tecnológicas (la maquina de escribir, la computadora, la internet, el e-mail, los smartphones) y han pasado por varias crisis económicas, pero siguen siendo abogados. La diferencia es que hoy son muchos más, y los tiempos donde el abogado tenía el monopolio de la ley y eran pocos los que se repartían el pastel, han quedado atrás. La pandemia de la COVID-19 tampoco marcará un antes y un después. No vale la pena exagerar. La historia está repleta de acontecimientos excepcionales y, como siempre, pasará este momento excepcional y volveremos a las fantasías y las ilusiones de siempre.

Los primeros meses de la pandemia escuchamos a muchos abogados decir que desde ahora en adelante nada sería igual. La COVID-19 habría llegado para ser el gran catalizador de los cambios en la industria legal. Anuncios de recortes presupuestarios, salarios congelados y despido de abogados se tomaban la prensa los primeros meses del año 2020. Y los abogados, como los profetas de la Edad Media, predicaban que las cosas serían distintas de ahora en adelante. Pasaron los meses y, al igual que el enfermo que hace promesas para cuando sane, pero pasadas unas semanas se las arregla para olvidarlas, los abogados comenzaron a ver cómo la demanda por servicios legales aumentaba y los ingresos volvían a sonreírles.

Los abogados volverán poco a poco a sus oficinas, dejarán atrás el Zoom, los socios seguirán siendo socios, las mujeres continuarán sin el lugar que les corresponde en el partnership, la hora facturable se mantendrá, y los abogados seguirán mirando con escepticismo a los llamados proveedores alternativos que aún no logran hacerse de un lugar en la industria.

Quizá, en los próximos diez años veamos los cambios de los que habla Susskind, pero por ahora, ya van dos “próximos diez años” y todo sigue, más o menos igual.

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