Por Alejandro Robino
Dramaturgo y abogado

– Perdoname que me meta, pero vos podrías tener muchos más alumnos. Vos anunciás como el culo.

– Doy clases de escritura dramática y anuncio precisamente eso, ¿qué más voy a poner?

– Es aburrido. Uno puede presentar las cosas de manera más atractiva, con más onda.

– ¿Ah sí? ¿Y eso como sería?

– Tenés que ser más moderno. Usar frases abiertas. «¡Vamos por más!» «¡Volvimos con todo!» «Arrancamos con toda la fuerza»… cosas así, que motivan.

– ¿Quiénes vamos?¿Por más qué? ¿De dónde volvimos?

– No te hagas el pelotudo. Es una forma agresiva de penetrar con el lenguaje.

– Soy docente, no taxi boy para andar penetrando con la lengua a gente que no conozco.

– Tenés que proponer cosas cortas, que la gente se enganche.

– Pero esto ni siquiera es largo, ¡es crónico! Uno nunca termina de aprender. Yo sigo estudiando, mis maestros siguen estudiando.

– ¡Ves! Así no da gana. La gente quiere meterse en cosas que obtenga resultados rápidos.

– Pero doy clases de escritura dramática, no de sopa en sobrecitos.

– Armá cosas intensivas. Un fin de semana.

– ¿Y -con todo respeto- qué mierda va a aprender alguien en un fin de semana?

– No sé, que sé yo. Pero la gente hoy necesita resultados rápido. Quiere saber para qué le va a servir en lo que invierte. No pongas honorarios, poné inversión.

– Pero si no hay nada más incierto y quimérico que esto. El que se mete en esto comienza un viaje de destino velado. El que lo inicia es para disfrutar el camino que recorre, no para…

– ¿Pero no se puede hacer un taller con un objetivo? No sé, que tengan su obra, su película lista a fin de año o algo así?

– No. Sería engañarlos.

– ¿Por qué no?

– Porque no puedo saber yo cuando voy a terminar lo que estoy escribiendo, mirá si voy a poder controlar los tiempos de otro.

– Contala como quieras, pero clases de escritura dramática no vende. Aunque sea ponele escritura dramática creativa.

– Ésa es buena: si sos medio pavote, vení que te enseño a ser creativo. También tengo un taller de fútbol para rengos.

– Sos intratable. Uno, como amigo te quiere ayudar pero es imposible. ¡Mirá! Mirá la foto que ponés. Una chotada. Ponete una camisa blanca, sonreí. ¿Qué querés decir poniendo todos esos libros? Abruman. Sacalos. Da olor a viejo. Andá a un bar de onda y sacate un par de fotos con gente joven, que de moderno.

– Era para subrayar el detalle de que esto se trata de leer, de leer y de leer. Lo del bar me suena más a solos y solas.

– Pero la gente hoy no tiene tiempo de leer. Le tenés que dar las cosas más masticadas, más digeribles. Mirá el título del libro.

¡Mirá! Vos ponés «232 preguntas para reescribir»… y ya dan ganas de hacerse el ara kiri. Tenés que ser más vivo.

– ¡5 pasos para perder el tiempo, una rápida receta para volver de donde jamás se ha ido! ¿Algo así?

– Vos me entendés, aunque te hagas el marmota. Yo te lo digo de onda, porque tenés una mercadería que no vende todo lo que podría.

– Yo también te quiero.

– Vender es crear una fantasía. Coca cola vende felicidad, no un líquido que le saca el óxido a los tornillos. Buscate un buen comunity manager.

– ¿Un qué?

– Un tipo que te maneje la imagen en las redes. Que te saque el olor a naftalina. Que te coloque en un segmento atractivo.

– Que interesante, un tipo que me diga como ser… ¿no creés que ya esa cuota con los viejos uno la tiene cubierta?

– Vos escribís bien y la gente tiene que tener la ilusión que va a escribir como vos.

– Pero eso es lo último que quiero. Yo trato de ayudar a que cada alumno escriba como él, que encuentre su propia voz y sea fiel a ella.

– Eso dejalo para el que valga la pena. Uno cada tanto. La mayoría tiene vidas de mierda y no tiene ganas de mirar hacia adentro. Entendelo, se ilusionan con la fama, no con el arte. ¿Qué daño le hacés dejando que disfruten esa fantasía?

– Les dura menos que un pedo en una canasta. El papel es un espejo.

– Mientras les dure te garpan (pagan). Vos te tenés que involucrar menos. Vos le enseñás un par de horas por unos mangos y se terminó ahí.

– Yo no enseño nada, solo trato de inspirarlos con su propio infierno.

– Es al pedo ¿No te quedás con nada de todo esto, no?

– Sí, con el whisky.

– Y sí, es bueno. Dieciocho años. Y se nota.

– Ah, yo pensé que era de añejamiento intensivo. Un fin de semana.

–  Andá a cagar. ¿Te sirvo otro?

– Dale.

 

Alejandro es dramaturgo, director teatral y docente. Ha escrito desde 1991 más de diez obras teatrales y dirigido más de veinte entre propias y ajenas. Sus piezas han sido estrenadas y publicadas tanto en Argentina como en el exterior, así como obtenido premios en la especialidad. Ejerce la docencia en la Universidad de Buenos Aires, en el Teatro del Pasillo y en su taller particular. De continua actividad pedagógica itinerante en su país y en el exterior, ha dictado numerosos cursos, talleres y seminarios en las disciplinas: actuación, dirección, dramaturgia y análisis de texto.  

Puedes aprender con él en su taller de escritura en Buenos Aires u online escribiendo a arobino@drguion.com.

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