Durante veinte años, Marta fue “la” directiva de referencia en su empresa.

No necesitaba más credenciales: todo el mundo la conocía dentro de la casa, su palabra pesaba y su equipo la seguía sin cuestionar.

Hasta que un día, con cincuenta y pocos, la puerta giratoria se cerró detrás de ella.

De repente, su reputación no traspasaba las paredes de la compañía que había sido su hogar.

Fuera, era casi invisible.

Nadie dudaba de su talento, pero nadie sabía quién era ni qué podía aportar más allá de su antiguo cargo.

Y lo que más le dolió no fue quedarse sin empleo, sino descubrir que había confundido la seguridad de un rol con la solidez de una marca.

Para un directivo senior, la marca no es cosmética: es palanca de carrera y de negocio. Bien trabajada, cumple cuatro objetivos concretos:

1. Acceder a posiciones de mayor responsabilidad

Una marca fuerte te coloca en la conversación antes de que se abra un proceso formal.

Si eres visible y reconocible por lo que aportas, los consejos y comités te buscan para escuchar tu criterio.

La marca te convierte en candidato natural para esa silla que no se anuncia en LinkedIn Jobs.

2. Evolucionar y diversificar tu carrera

La carrera directiva no es lineal.

Una marca bien definida te abre puertas hacia la consultoría, los consejos asesores, la docencia ejecutiva o la inversión.

Es tu pasaporte para que te vean como alguien que trasciende un cargo concreto y se mueve con solvencia en diferentes entornos.

3. Impulsar el crecimiento y la reputación de tu empresa

Los directivos con marca arrastran a su compañía.

Cada conferencia, artículo o entrevista amplifica la visibilidad corporativa, genera oportunidades comerciales y fortalece la reputación del negocio.

La marca personal no compite con la de la empresa: la multiplica.

4. Generar impacto en tu industria o comunidad

Una marca madura convierte tu voz en influencia colectiva.

Te permite impulsar cambios en tu sector, fijar agenda en debates relevantes y ser recordado como alguien que dejó huella más allá de su cargo.

La diferencia entre un gestor y un referente está en esta capacidad de impacto.


Trabajar la marca personal no es un ejercicio de ego.

Es una responsabilidad con nuestro yo futuro: para que las puertas que de verdad nos interesan se abran, más allá del cargo que hoy figure en nuestra tarjeta.

Porque tener una marca profesional potente no es hacer de influencer.

Es tener influencia real sobre un público determinado y en unos temas específicos.

¿Estás trabajando para tu futuro?

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