Algunas conclusiones sobre el teletrabajo en el día 12o de confinamiento

Las relaciones de trabajo y con amigos han pasado a ser, exclusivamente, relaciones mediadas por pantallas y teléfonos durante el confinamiento en nuestras casas. Con los amigos lo presencial volverá a ser lo dominante en cuanto esto acabe (¡y ojalá sea pronto!), en el trabajo creo que las cosas cambiarán para siempre.

Somos muchas las personas que trabajamos desde casa, tenemos video reuniones con amigos, con compañeros, jefes y clientes gracias a los teléfonos inteligentes y PC ́s. Lo que hasta hace tres semanas eran medios de relación y de trabajo complementarios y, para la mayoría, residuales, han pasado a ser los medios únicos de relación. Ya no son sucedáneos, son los protagonistas.

Poco a poco la sensación de extrañeza al mantener videoconferencias desde casa para resolver lo que antes resolvíamos cara cara se va disolviendo y nos encontramos más cómodos. De un modo un poco raro van apareciendo en nuestros despachos caseros los jefes, clientes, compañeros, colaboradores y, por supuesto, amigos. Son visitantes insólitos casi todos ellos. Nuestro cerebro está sustituyendo -temporalmente- a personas de carne y hueso con quienes antes trabajábamos por sus correlatos digitales en forma de imágenes y sonidos e, imperceptiblemente, las relaciones así mantenidas van siendo más y más naturales hasta que casi no requieren un esfuerzo de adaptación.

Por el momento el nuevo sistema de trabajo se está mostrando eficaz. Al menos eso he podido concluir tras hacer una encuesta casera entre amigos y conocidos estos tres últimos días. Las siguientes serían algunas de las ventajas:

  • Se valora mucho el tiempo ahorrado en los desplazamientos a la oficina (aunque al principio se echaba muchísimo de menos el salir a la calle ya nos vamos acostumbrando al “new normal” y vemos en mayor medida las ventajas de estar en casa);
  • las charlas sociales ligeras (el small talk) también han bajado -el Skype no anima a prolongar los comentarios sobre el tiempo-; las videoconferencias se centran, al poco de empezar, en los temas de la agenda; antes de acabar y desconectar las videoconferencias los convocantes suelen hacer una ronda para atar los cabos sueltos que puedan quedar;
  • las videoconferencias suelen preparase con cierto cuidado, quizás más que las reuniones presenciales habituales (es aún un terreno nuevo y tendemos a ser prudentes);
  • las interrupciones debidas a consultas entre compañeros han caído también, quizás porque antes de llamar a otro ahora nos lo pensamos mejor, no sea que la pregunta vaya a ser trivial……

Mencionaba antes las ventajas de estar en casa. Entre otras, y tras algunas charlas y trabajo de destilación, he concluido que bastante gente aprecia el poder evitarse relaciones ácidas y contactos estresantes que considerábamos parte del día a día normal y ahora vemos que, en realidad, no eran inevitables. Parece que la tasa de erosión por relaciones ácidas ha disminuido.

Parece haber acuerdo en que las fobias personales preexistentes pierden intensidad en el modo teletrabajo, quizás porque se suelen alimentar mucho de la mímica, de posturas corporales, de tonos de voz, de miradas esquinadas, etc. y nada de esto viaja bien por la fibra óptica ni por las ondas.

Naturalmente todo esto no son más que observaciones asistemáticas sin el menor valor científico, son solo algunas notas tomadas a vuelapluma sobre sensaciones y experiencias subjetivas tras trabajar estos primeros días en casa, en estos tiempos del Coronavirus.

El teletrabajo tiene, según yo lo veo, una cualidad increíble -por inesperada-:

Algunos recordaran aquella skill que a todos nos han intentado enseñar alguna vez: la escucha activa; la escucha que presta atención a la totalidad del mensaje del emisor (a lo explícito y lo implícito, a lo verbal, lo no verbal y lo paraverbal; al texto y al contexto) y que incluye comprobar, cuando ha terminado el emisor, si le hemos comprendido bien.

Pues bien, resulta que por videoconferencia y sobre todo por teléfono, los mensajes verbales explícitos son más fidedignos, representan un mayor porcentaje de todo lo que se quiere decir. Es como si la reducción del “ancho de banda” de estos canales nos llevase a ser cautos y mirados en lo que pretendemos transmitir y nos conformásemos con que las palabras digan casi todo lo que queremos decir. Se suele decir (A. Mehrabian. 1.971) que, de la totalidad de lo que una persona trasmite, lo verbal es solo el 7%, el tono y la entonación serían un 38% y el lenguaje corporal un 55%. Siempre me parecieron cifras algo exageradas, pero lo cierto es que ahora, en las videoconferencias y por vía telefónica, sin la menor duda, lo verbal cobra un mucho mayor protagonismo y somos capaces de captar en mayor medida la totalidad del mensaje.

Por favor que nadie concluya que estoy sugiriendo que nos vayamos a convertir en misántropos o eremitas desde ahora. Es solo que las grandes crisis permiten grandes aprendizajes, en este caso lo que estamos viendo con ojos nuevos es cuánto de necesario es realmente acudir a las oficinas en el siglo XXI.

Una fuerza mayor nos ha llevado a hacer un experimento y a hacer descubrimientos que, de no haber existido, habríamos tardado mucho en hacer.

Según pasan los días de confinamiento y de teletrabajo nuestra experiencia subjetiva sobre muchas cosas va cambiando (siempre cambia, pero esto es especial por cuanto supone de alteración del uso del espacio, del tiempo y de las relaciones sociales y profesionales, que son tres ejes sobre los que se estructura nuestro mundo individual): la vida en familia ( o en soledad), nuestras tareas profesionales, nuestras relaciones con jefes y compañeros, la percepción subjetiva del paso del tiempo y quizás también algunos de nuestros valores.

Creo que cuando esto -el Coronavirus- haya pasado se repensará el papel de las oficinas, sus dimensiones, se reforzaran los medios telemáticos y su seguridad, se valorará con más objetividad la contribución de los profesionales y la capacidad de gestionar y liderar virtualmente serán valores capitales.

El teletrabajo y todo lo que conlleva se convertirá en el “new normal” dentro de dos o tres semanas. Veremos cómo evolucionan las cosas para entonces. Quizás haya que cambiar algunas de las observaciones que he hecho en este artículo.

Hasta entonces deseo a todos salud, paciencia, esperanza y buen ánimo.

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