Para muchos despachos, la figura del periodista del sector legal genera cierto respeto, cuando no desconfianza. Existe la sensación de que cualquier palabra puede acabar en un titular y de que conviene mantener las distancias. Sin embargo, quienes trabajan en las redacciones saben bien que la confianza es su mayor activo: sin ella, no tendrían fuentes, ni historias que contar.

Al igual que un abogado construye la relación con un cliente escuchando, asesorando y respetando su confidencialidad, el periodista hace lo mismo con sus contactos. Son profesionales que saben que su reputación depende de cumplir lo que acuerdan, porque en el momento en que traicionen la palabra dada, perderán la base de su trabajo: las fuentes.

Lo que a menudo olvidan los despachos es que los periodistas son también personas abiertas y accesibles. Responden un correo, devuelven una llamada y cierran una reunión si se les propone un tema de interés. No son figuras lejanas ni inaccesibles, al contrario: buscan fuentes jurídicas de confianza, porque saben que de ellas, en muchas ocasiones, depende la calidad de sus artículos. La barrera, en realidad, no la ponen ellos, sino los prejuicios que arrastran muchos abogados.

¿Cómo se construye esa relación? ¿Cómo deben los abogados acercarse a los periodistas del sector legal? Igual que en cualquier otro ámbito profesional: con educación, constancia y estrategia. Y, sobre todo, sin miedo. No se trata de “exigir” que un tema sea publicado ni de “venderlo” como si fuera lo más interesante del mundo, sino de presentarse con naturalidad ante el periodista y explicarle que en el despacho se ha detectado un asunto que podría ser de su interés. Ese gesto de respeto y transparencia abre la puerta a un diálogo mucho más fructífero y duradero.

Y es que el error más común de los despachos es pensar que el interés del periodista coincide con el suyo propio. Lo que buscan los periodistas es la consecuencia práctica de los temas, aquello que conecta con la actualidad y tiene relevancia social.

Ahí es donde un abogado tiene mucho que aportar. Pensemos en un ejemplo: una sentencia del Tribunal Supremo sobre cláusulas hipotecarias. Para el ciudadano medio, es un asunto complejo; para un periodista, una oportunidad de explicar cómo afecta a miles de familias. El despacho que es capaz de dar ese análisis en términos claros, rápidos y comprensibles, se convierte automáticamente en referencia.

El contacto con los periodistas debe entenderse como un ejercicio de traducción: transformar lo jurídico en algo comprensible y útil. Para ello, conviene recordar tres principios básicos. El primero es la actualidad. Si el análisis llega semanas después, perderá interés, por muy sólido que sea. El segundo es la claridad: frases cortas, ejemplos prácticos y lenguaje sencillo. Y el tercero es la diferenciación: ofrecer un enfoque nuevo, que no se limite a repetir lo que ya se ha dicho en otros medios.

Precisamente uno de los miedos de los abogados a la hora de hablar con el responsable de un determinado medio de comunicación o sección es al conocido como ‘off the record’. A menudo se percibe como un territorio peligroso, cuando en realidad es una herramienta de trabajo. Si un abogado necesita dar contexto sin que se publique literalmente, puede hacerlo con tranquilidad. El periodista respetará ese pacto, porque sabe que en ello se juega su credibilidad. Lo importante es definir bien qué entra dentro de esa confidencialidad y qué puede usarse como contexto.

Pero más allá de la teoría, hay una cuestión de fondo: la relación con los periodistas no se construye en un día. Igual que ocurre con un cliente, requiere tiempo. Muchas veces las primeras conversaciones no darán lugar a una publicación inmediata, pero sí sembrarán la semilla para futuras colaboraciones. Ese abogado que aporta ideas claras, responde rápido a una llamada y explica con rigor sin necesidad de 20 citas jurisprudenciales será recordado cuando surja el momento de escribir sobre su especialidad.

Por eso, conviene que los despachos incorporen una rutina de observación de la actualidad. Revisar las novedades legislativas, las tendencias regulatorias o las resoluciones de los tribunales, y preguntarse: ¿qué valor añadido podemos dar aquí? ¿qué enfoque puede interesar al periodista y, a través de él, al público? Ese ejercicio permite anticiparse y ofrecer a los medios algo más valioso que una nota de prensa: una perspectiva que explique qué significa realmente la noticia.

Las estrategias prácticas son claras: analizar diariamente qué se publica, detectar dónde encaja la especialidad del despacho, preparar mensajes que traduzcan la complejidad jurídica en consecuencias reales para ciudadanos y empresas, y, sobre todo, estar disponibles. La rapidez en la respuesta es oro en el trabajo periodístico, y los abogados que comprenden ese ritmo tienen muchas más posibilidades de aparecer en los medios. Todo ello debe sin olvidar que debe hacerse siempre en coherencia con el posicionamiento del despacho, de manera que cada intervención en los medios refuerce su identidad y contribuya a consolidar la imagen que quiere proyectar.

Al final, acercarse a un periodista no es tan distinto de acercarse a un cliente. Se trata de escuchar, comprender lo que necesita y ofrecer una solución clara. Con una diferencia importante: el impacto no se mide en un contrato firmado, sino en reputación, visibilidad y posicionamiento como experto. Los despachos que entienden esto descubren que los periodistas no son enemigos ni jueces, sino interlocutores con los que se puede construir una relación de confianza a largo plazo.

En ocasiones, basta un gesto sencillo para abrir esa puerta. Un correo bien planteado un lunes por la mañana, con una propuesta de análisis clara y oportuna, puede acabar en una entrevista publicada el viernes. Los periodistas son accesibles, están abiertos a escuchar y valoran a quien les facilita la tarea con rigor y transparencia. Lo difícil no es que contesten: lo difícil es que un despacho se atreva a dar el primer paso.

 

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