Hoy la palabrita de moda es «emprendedor» y se promociona esta forma de actividad tanto para los millones de personas fuera o a punto de estar fuera del mercado, como para los que tienen un empleo. ¿Pero qué pasa si no valgo para emprendedor?
Creo que las ganas y la ilusión no son suficientes. Hace falta mucho más. Se me ocurren por los menos estos ingredientes:
- saber qué hacer;
- que lo que vayas a hacer sea necesario y diferente a lo que hacen los demás, o hacerlo de un modo diferente;
- hacerlo bien o por lo menos mejor;
- conseguir los recursos personales y financieros;
- perseverancia;
- coraje;
- mucho aguante a los fracasos y las negativas,
- y cierta dosis de suerte.
A veces se emprende por proyecto, otras por vocación, pero muchas, muchas veces, por no tener alternativa.
La motivación de no tener alternativa es tremendamente fuerte. Es la que nos hace nadar hacia arriba cuando sentimos que nos hundimos y nos ahogamos. En esos casos, si no sabemos nadar, aprendemos. Inventamos técnicas inéditas para estar a flote, nos aparecen recursos que creíamos que no teníamos, aguantamos lo que creíamos que no íbamos a aguantar y seguimos adelante. Si ésta es la situación, puede ser el impulso más potente para conseguir todo lo que al principio parecía que no teníamos.
Tanto para emprender un despacho independiente o para crecer dentro de una firma, debemos destacar como profesionales: tener «marca personal».
Otra de las palabritas de moda: «marca personal». Se trata de identificar y comunicar las características que nos hacen sobresalir, ser relevantes, diferentes y visibles en un entorno homogéneo, competitivo y cambiante, satisfaciendo las necesidades de otros. (Andrés Pérez Ortega)
Crear y desarrollar una marca personal no quiere decir hacerse famoso. Se trata de que ser reconocido por un determinado grupo de personas de un modo efectivo para tus objetivos.
Hacerlo bien y comunicarlo bien
Necesitamos ser identificados y recordados (que sepan quiénes somos y en qué podemos ayudar) aquéllos a quienes nos dirigimos (cierto tipo de personas u organizaciones); tener reputación positiva (que nos consideren dentro de las opciones posibles), destacar entre los demás por nuestra propuesta de valor única (diferenciarte, ganar en algún criterio que sea una razón relevante para elegirte), comunicando eficazmente con los públicos a los que nos dirigimos hasta ser elegidos. El propósito de todo lo que hacemos profesionalmente es que más tarde o más temprano nos contraten.
Desarrollar tu marca personal es simplemente diseñar y llevar a la práctica un plan para crear y gestionar las percepciones que queremos que el colectivo elegido tenga acerca de nosotros. Nos movemos en un mundo de percepciones, esas percepciones generarán expectativas que en la medida en que las superemos nuestra visibilidad, atracción e influencia se verán incrementadas.
No solamente es importante que sepas mucho sobre algo y que puedas asesorar como el mejor en una práctica jurídica determinada. También es necesario tener claro a quién te diriges, cómo quieres que te vean, con qué atributos te diferencias y que comuniques eficazmente tus atributos.
Es más fácil desplegar una marca personal en nichos de mercado, donde la especialización es un atributo escaso y valioso (pantano pequeño con pocos pescadores). Elegir el posicionamiento en función de tus capacidades reales es una de las tareas más importantes.
Piensa en todo lo que haces, elige de ello lo que puedes hacer mejor que los demás, de ese universo mira lo que haces mejor, te gusta más y cuánto coincide con el nicho que has detectado. ¿Es suficientemente interesante? Apunta y apuesta fuerte por ello.
Si después de todo este proceso te das cuenta de que emprender no es para ti, no pasa nada: estarás mucho más preparado para representar una opción interesante para cualquiera que necesite las competencias que ya has desarrollado. Esto sí es un imperativo válido para todos.
La fotografía es de Rodney Smith.

Socia directora de Mirada 360.
Licenciada en Derecho por la Universidad de Buenos Aires y con un Máster en Comunicación Corporativa por la Universidad Complutense de Madrid, se dedica exclusivamente al marketing y comunicación de despachos de abogados desde Mirada 360, donde combina su experiencia como abogada con más de 15 años asesorando a firmas en sus planes de desarrollo de negocio, marketing estratégico, comunicación y marketing digital.