Las facultades de Derecho suelen dejarnos, además de buenos amigos, un sinfín de conocimientos útiles para dar charla al tío del novio en cualquier boda. Que el Código de Hammurabi, que la manumisión de los esclavos en Roma, que la postura de Troeltsch sobre la influencia del protestantismo en la sociedad moderna. Eso sí: lo que omiten enseñarnos –y parece ser común a todas las escuelas, al menos de Hispanoamérica- es cómo trabajar de abogados.
De modo que allí va el joven abogado por la vida, tratando de aprender a abogar. Para ese aprendizaje, nada más fácil que buscar modelos cercanos y emularlos. Tratar de copiar los modos, el discurso, el nudo de la corbata. Pero lo más importante parece no estar en el hábito sino en el conocimiento del cliente y su contexto. Así como no concebimos que un arquitecto diseñe una casa sin conocer a su cliente y el predio donde habrá de erigirse, o a un médico que prescriba 5 Km. de trote diario a un esquimal, los abogados hemos de asistir a personas concretas teniendo en cuenta su entorno. Parece fácil, pero no es. Veamos tres ejemplos:
Lawyering USA
Parafraseando a los Beach Boys, aquí llegan los abogados norteamericanos, con sus trajes oscuros, sus camisas blancas con bolsillo en el frente y sus corbatas rojas. En el mundo corporativo, la mayoría de ellos pertenece a una gran firma, casi siempre en sentido literal. Han salido de la universidad y deben pagar el crédito, así que no esperes Quijotes ni Sanchos. Si eres un abogado latino, prepárate. El país que tanto ha resistido la codificación tiene, vaya paradoja, un apego irreductible por las cláusulas estándar. Tendrás que poner cara de que sabes qué cosa es ROFO, FIFO, y cosas así. No vale Googlear. Ellos te harán definir hasta qué se entenderá por “día hábil” y “metro” (hereinafter, “Metro”), y que la muerte de tu cliente no será considerada abandono voluntario de la actividad.
La buena noticia es que se trata de un sistema jurídico fundado en premios y castigos claros, orientado al cumplimiento –aunque duela- de todo lo pactado, donde las cortes son poco permeables a influencias. Litigar es caro. Mucho, pero mucho más caro que cumplir. De modo que la energía se canaliza a los derechos y obligaciones de las partes y a la prevención del conflicto. Eso si: el café es intomable.
Madre Patria hay una sola
Me ha tocado trabajar durante años en una gran empresa española, y recuerdo a mis pares de la Madre Patria con mezcla de admiración y envidia. La abogacía en España incluye siempre largos almuerzos en La Trainera, maravillosas sobremesas con brandy y puros, emotivas charlas sobre los vínculos afectivos entre España y América. Hasta que en algún momento del fin de la tarde hay que trabajar un ratito. Si puedes. Siempre, por cierto, con el visto bueno del socio, que depende del Súper-secretario, que a su vez reporta a un Archiduque y al Consejero, que a su turno deben consultar con el Mariscal de asuntos extraños y el Comité, que se reúne el 29 de febrero. Pero no te preocupes, seguro que eres su amigo del colegio y eso te allana el camino. Se espera de ti cierta diplomacia, aunque te cruzarás con colegas descarnadamente francos. He visto, debo decir, apego al Derecho, estilo en la redacción y la charla, y un buen equilibrio entre profesionalismo y calidez. Pero lo mejor siguen siendo los percebes.
Jurismo aventura
Si gustas de las emociones fuertes. Si crees que has visto todo. Si sueñas con vivir al límite, lo tuyo es ejercer la abogacía en mi país, la Argentina.
Un académico explicó alguna vez que las reglas consuetudinarias, y mucho más las normas jurídicas, ahorran un enorme caudal de energía, porque al transformar todo en previsible te ahorras el stress de andar adivinando. Si circulas por una autobahn alemana, ya sabes que el señor del Porsche no cambiará de carril sin avisarte con antelación suficiente, por más que circule a 200 km/h. No en Argentina. La posibilidad de conflicto es tan alta, y la incertidumbre de cómo y cuándo podría resolverse (si acaso) es tan enorme, que los abogados trabajamos pensando principalmente en los casos patológicos. Todo se hace desconfiando. Todo se negocia y se redacta previendo que la contraparte no va a cumplir, y que entonces tendrás que litigar, y que seguramente se insolvente, y que luego el juicio durará diez años, y que mientras tanto la inflación no reconocida erosionará tu crédito, y que por eso mismo quizás tu cliente no tenga realmente en la práctica los derechos que cree tener. Pero eso es lo de menos. Como todos lo saben, es verdad aceptada. Nos ha hecho adaptables y creativos. Todo se negocia, con buen humor. No esperes puntualidad, jamás. Mejor hablemos de Messi, o de Boca. Mejor pidamos otro bife de chorizo y disfrutemos de las mujeres más lindas del mundo, y de esa proverbial humildad que nos llena de orgullo y satisfacción.